Mi nombre es Sofía, tengo 32 y hace un año aborté.

Yo siempre quise ser mamá, así que se imaginarán la emoción que nos dio a mí y a mi esposo cuando nos enteramos de que estaba embarazada. No cabía de la alegría.

En los primeros meses del embarazo todo iba muy bien y mi familia estaba muy feliz, porque sería el primer nieto. Ya teníamos decorado su cuarto, habíamos hecho un baby shower e incluso teníamos planeado su nombre.

En la semana 18 fui a hacerme una ecografía de rutina para ver cómo iba el embarazo, y me llevé la peor noticia que podría haber recibido. 

Mi bebe tenía anencefalia, una malformación en la cual no se desarrollan de forma correcta el cerebro ni el cráneo, por lo que mi chiquito no podría vivir fuera del útero.

Fue una noticia devastadora, sentí que se me estaba rompiendo el corazón en pedazos. Lo más probable era que nuestro bebe no sobreviviera más de unas cuantas horas luego de nacer. El médico nos habló de nuestras opciones, y aunque fue muy duro, con mi esposo tomamos la decisión más difícil de nuestras vidas, e interrumpimos mi embarazo en la semana 20. 

No fue fácil, mi embarazo era sumamente deseado, pero no quería traer a este mundo a mi bebe para que sufriera y perderlo unas pocas horas después de que naciera. 

A pesar de todo, sé que fue la mejor decisión.

Mi nombre es Margarita, tengo 24 y cuando tenía 19 aborte. 

Soy de Neiva y me mudé a Bogotá sola desde los 18 para estudiar en la universidad. En 2017 estaba en una relación complicada en la cual había maltrato emocional, en la cual no era feliz, pero no sabía como salir de ahí.

En diciembre de ese año empecé a sentirme mal físicamente y mi periodo no llegó, pero no me preocupe porque siempre he sido irregular. Aun así, mi hermana sospechaba que estaba embarazada, insistió varias veces hasta que me tomé una prueba casera. Cuando dio positivo, el mundo se me vino encima… yo apenas estaba empezando a estudiar, estaba sola en la ciudad, no estaba lista para ser madre y menos estar atada de por vida a una persona que me maltrataba. Para mí la única opción era abortar, no existía otra alternativa. 

El miedo a que dirán me estaba enloqueciendo, y estaba dispuesta a arriesgar mi vida contal de poder interrumpir el embarazo. Como pude conseguí el dinero y fui a una institución de salud para solicitar un aborto, ya que el embarazo estaba afectando mi salud mental y también por una condición del corazón que sufro desde pequeña, me aprobaron el procedimiento. En ese momento no tenía dudas, y hoy cinco años después sé que fue la mejor decisión. Las mujeres deben tener la oportunidad de decidir sobre sus cuerpos, el aborto debe ser un derecho.

Mi nombre es Beatriz, tengo 27 y decidí interrumpir mi embarazo. 

Desde que inicié mi vida sexual he planificado y siempre he sido muy cuidadosa porque tengo diabetes tipo 2 un embarazo podría ser riesgoso. Hace unos meses noté que mi periodo no llegó, sospeché que podría ser por el estrés que había tenido últimamente, que se había retrasado, pero solo por seguridad tomé una prueba de embarazo casera.

Cuando vi que era positiva sentí que me estaba dando un infarto, pedí una cita con mi doctor al día siguiente para hacer una prueba de sangre porque no podía creerlo. 

Mi médico realizó los exámenes necesarios y me informó que efectivamente estaba embarazada de 5 semanas. 

No sabía ni que pensar, estaba en un momento crucial de mi vida laboral y no me sentía preparada para ser madre, empecé a llorar en el consultorio por la ansiedad que me produce la situación. 

En ese momento me enfrenté a una de las decisiones más difíciles de mi vida. Sabía que no podía ser mamá y decidí solicitarle a mi médico una IVE. Tenía metas personales y sueños que quería perseguir antes de asumir la responsabilidad de tener hijos y aún no tenía la estabilidad financiera ni emocional para traer un bebe al mundo. No fue una decisión que tomase a la ligera. Me permití llorar y sanar, sabiendo en lo más profundo de mí que estaba tomando la mejor decisión para mí.